sábado, 29 de diciembre de 2012

El Abismo Fiscal


A finales de 1979 Ronald Reagan era sólo un candidato a la presidencia de los Estados Unidos, que hablaba de enmendar la Constitución para impedir déficits presupuestarios. Dos años más tarde, el Congreso aprobaba los primeros presupuestos de la era Reagan. La deuda de la primera potencia económica mundial era entonces de 909 mil millones de dólares, equivalentes a un 33% del PIB. Cuando Reagan abandonó la Casa Blanca (enero de 1989) la deuda ascendía a 2,9 billones de dólares, o lo que es lo mismo, un 51,9% del PIB. ¿Realmente quería el candidato Reagan establecer un control del déficit? Seguramente no, ni ninguno de los inquilinos de la Casa Blanca que le sucedieron, ya que desde entonces la deuda americana sólo ha hecho que crecer de forma exponencial (ver gráfico).


Datos hasta agosto 2011
Aunque los Padres Fundadores no establecieron ninguna regla de oro presupuestaria, como muy bien detectó Reagan, fueron lo suficientemente previsores como para conferir al Congreso el poder exclusivo de incurrir en deudas, negándoselo al Presidente (artículo 1 sección 8). De esta manera, cada vez que el Tesoro tenía previsto gastar más de lo ingresado debía caminar hacia el Congreso a pedir autorización. En 1917, en plena Guerra Mundial, "el Congreso crea la figura de "techo de deuda". Desde entonces el Tesoro puede tomar prestado la cantidad que requiera hasta un techo de gasto, una cantidad fija (salvo algunas excepciones contadas). Para cambiar esa cifra máxima de endeudamiento el Departamento del Tesoro tiene que pedir al Congreso un cambio de legislación y el Presidente tiene que ratificarla y convertirla en ley"[1].  Desde 1944, el techo ha sido revisado 103 veces, 36 desde Reagan.

La última vez que se elevó el techo fiscal fue el 31 de julio de 2011, fijándolo en la astronómica cifra de 16,4 billones de dólares (90% del PIB). Era la cuarta vez que se le concedía a la Administración Obama. Pero a diferencia de las tres anteriores, esta vez la aprobación fue muy complicada y se produjo justo al límite de la campana. ¿Por qué? Pues sencillamente porque en las elecciones al Congreso y el Senado de 2010[2] los demócratas perdieron la mayoría en favor de los republicanos, los cuales haciendo valer su superioridad  exigieron a Obama un plan de recortes presupuestarios a cambio de aumentar el techo de deuda. 

La ley que cerró aquellos delicados acuerdos se conoce como Budget Control Act of 2011. En virtud de ella, y de forma inmediata, primer tramo, el techo pasaba a aumentarse en 900 mil millones dólares, pero a cambio de recortar el presupuesto en la cantidad de 917 mil millones en los siguientes 10 años. En los presupuestos del 2012 se debía aplicar ya un recorte de 21 mil millones. Adicionalmente se aprobaba la creación de un "súper comité" de 12 miembros (6 de cada partido), cuya tarea debía ser proponer una reducción del gasto de 1,5 billones en los siguientes 10 años. El "súper comité" tenía como fecha límite para sus propuestas el 23 de diciembre de 2011. En caso de que no se lograse una reducción del gasto de al menos 1,2 billones, el Congreso podría autorizar el incremento del techo por la misma cantidad, pero sólo a cambio de la aplicación de recortes automáticos en el presupuesto federal ("sequestrations")  a partir del 2 de enero de 2013 , incluidos los programas de defensa y Medicare[3]. Los recortes serían por una cantidad igual a la diferencia entre 1,2 billones y la reducción declarada por el comité.

Pues bien, el súper comité fracasó, no se puso de acuerdo, y todo quedó a la espera de lo que sucediese en las elecciones del 2012. Obama lo hubiera tenido más fácil si los electores aparte de confiar en él como Presidente, hubieran cambiado el color dominante en el Congreso, pero no fue así. Nuevamente los republicanos ganaron la mayoría en la "House", con lo cual el tema del déficit y la deuda sigue exactamente igual que hace un año. Con una diferencia fundamental, y es que ya no queda tiempo para que las "sequestrations" se apliquen, a no ser que demócratas y republicanos se pongan de acuerdo en los 3 días que faltan para que acabe el año.

Adiconalmente, resulta que el 31 de diciembre también vence la ley “Tax Relief, Unemployment Insurance Reauthorization and Job Creation Act of 2010”. Esta ley, que fue aprobada originalmente por George Bush en 2001, fue prorrogada por Obama dos años más en 2010. La ley fue establecida como media de reactivación de la economía y reduce temporalmente una serie de impuestos, con lo cual es una fuente más de déficit, razón por la que Obama sólo accedería a prorrogarla para aquellos ciudadanos cuyos ingresos sean inferiores a los 250.000 dólares anuales. Los republicanos no quieren ni oír hablar de ello, simplemente exigen que se prorrogue la ley tal y como está. Para compensar la falta de ingresos proponen recortar más en gasto social.

Es la lucha entre los que aún guardan unas ciertas posturas keynesianas, y los que proponen llevar las ideas neoliberales hasta el límite. En España, con un sistema democrático menos sofisticado que el americano, está discusión no existe. Las mayorías son mayorías, en el Gobierno y en el Congreso. Por eso ya sabemos lo que es recortar por lo sano. Las previsiones de Rajoy para el 2013 no son muy buenas, pero dejan la puerta abierta a la esperanza a partir del segundo semestre. Lo malo es que estas previsiones de recuperación, mucho me temo, no tienen en cuenta lo que pueda pasar en los Estados Unidos a parir del mismo día de año nuevo. De no llegar a un acuerdo in extremis, los analistas vaticinan una recesión de la economía americana para el próximo año, con un aumento significativo del paro y unos efectos impredecibles sobre la economía mundial. 

En cualquier caso, debemos ser optimistas y desear que todos tengamos un feliz 2013. Incluidos los políticos. Los españoles, y los americanos también. Y que el término acuñado por Ben Bernanke, el Abismo Fiscal, se quede sólo en eso, un término.

[1] Wikipedia. Crisis del techo de deuda de Estados Unidos de 2011
[2] Las elecciones al Congreso y el Senado de los Estados Unidos se celebran cada dos años
[3]Medicare y Medicaid son programas que proporcionan atención médica a personas sin recursos y de la tercera edad, cuyo coste aumenta constantemente por el envejecimiento de la población. El País.

viernes, 28 de diciembre de 2012

Volcker y los demócratas

Cuando Ronald Reagan llegó a la Casa Blanca en enero de 1981, Paul Volcker llevaba ya casi un año y medio al mando de la Reserva Federal luchando contra la inflación. 1980 había sido un año muy malo para la economía americana: crecimiento del PIB de -0,3%, un 7,5% de desempleo y una inflación de dos dígitos (12,5%), por segundo año consecutivo (13,3% en 1979). Eran las consecuencias de la segunda crisis del petróleo, iniciada a finales del 78, con el estallido de la revolución iraní, y agravada posteriormente con el inicio de la guerra Irán-Irak en septiembre de 1980. Aprovechándose de ese contexto, tanto la OPEP como otros países productores habían vuelto a disparar el precio del barril de petróleo. Esta causa externa se había superpuesto a la política monetaria relativamente flexible adoptada por los antecesores de Volcker en la FED, Arthur F. Burns (1970-1978)  y G. William Miller (1978-1979), y que había contribuido a situar la inflación en valores altos, pero de un único dígito, entre 1976 (4,9%) y 1978 (9%).  

Una economía en estanflación supone un dilema para los responsables de la misma. Si se quiere salir de la recesión hay que optar por medidas de crecimiento económico, que fomentarán aún más la inflación, con el riesgo de caer en la fatídica hiperinflación. Si por el contrario se opta por bajar la inflación, hay que frenar la economía, lo cual sólo hará que aumentar la lista ya alta de parados, por estar en un período de recesión. 

Cuando Jimmy Carter remodeló por completo su gabinete en julio de 1979, nombrando a G. William Miller como Secretario del Tesoro, generó una vacante en la presidencia de la FED, que los mercados aprovecharon para llenar con el presidente del Federal Reserve Bank of New York[1], Paul Volcker. Wall Street había tomado una decisión para resolver el dilema estanflacionario, y Volcker desde la FED iba a ser el ejecutor del plan. Carter, tremendamente cuestionado y debilitado, no pudo hacer otra cosa que aceptarlo. 
Paul Adolph Volcker
El plan de choque no se hizo esperar. Sólo dos meses después de su nombramiento, Volcker daba una conferencia de prensa en la que anunciaba un aumento de un 1 % de la tasa de descuento de la Reserva Federal, que de esta manera pasaba del 11 % al 12%, nivel nunca alcanzado hasta la fecha en la historia económica de Estados Unidos. Adicionalmente se establecía una obligación para los bancos de constituir una reserva complementaria de cuantía igual al 8% de sus depósitos a partir de determinada cifra. La carrera por vencer al dragón de la inflación había comenzado y la FED, como responsable de la política monetaria, iba a luchar a muerte contra él, cortando el grifo de la masa monetaria circulante durante el tiempo que fuera necesario.

En marzo de 1980 mientras la Administración Carter intentaba reaccionar con un programa de medidas todavía sin definir, la inflación anual seguía ganando terreno, llegando al 14,76 %. Nadie que hubiera nacido después de 1946 había visto un valor tan alto. No obstante, ya no avanzaría más.  Los bancos, espoleados por la FED incrementaban su tipo de interés preferente al 17,75%. Los créditos para compra de bienes de consumo, incluida la vivienda, subieron también al 15,50% en algunos bancos. La batalla inflacionista de Volcker estaba conduciendo al país a una fuerte recesión, y todo ello sucedía en un año de elecciones.  

Aunque Carter aún tuvo fuerzas suficientes para vencer a Ted Kennedy, logrando presentarse como candidato a la reelección por el Partido Demócrata, no fue rival para el candidato republicano, Ronald Reagan, que con un programa altamente liberal había prometido a los americanos devolverles el orgullo de serlo. 

Años más tarde, en el 2.000 para ser exactos, Volcker explicó en una entrevista que una vez le preguntó a Carter si él le costó la reelección. Carter sonrió y dijo que hubo también algunos otros factores. No debemos olvidar los rehenes en Irán, etc.

Reagan confirmó a Volcker al mando de la FED. Ésta siguió aplicando su política monetarista restrictiva hasta conseguir doblegar definitivamente a la inflación en el verano de 1982. Pero la aplicación de dicha política tuvo un coste muy alto. El desempleo en el último trimestre de 1982 se elevó a más del 10 por ciento, y Volcker fue acusado de "asesinato a sangre fría de millones de puestos de trabajo". 

Sea como fuere, lo que los políticos no supieron o no tuvieron valor de hacer, lo resolvió un hombre de Wall Street. La frase atribuida, pero seguramente erróneamente, al Barón Meyer Amschel Bauer Rothschild (1744-1812), y que dice "Dadme control sobre la moneda de una nación y no me importa quien haga sus leyes", alcanza con Paul Volcker el clímax de la oportunidad. 


[1] El más grande de los 12 bancos que conforman la FED, y el responsable de la compra-venta de los valores del tesoro de los Estados Unidos.

sábado, 22 de diciembre de 2012

Bernanke busca apoyo entre los muertos

Hace pocos días, en concreto en octubre, Ben Bernanke, actual presidente de la Reserva Federal de los Estados Unidos (FED), declaraba en una rueda de prensa: "Milton Friedman hubiera apoyado lo que la FED está haciendo". Como accionados por un resorte, todos los fans de Friedman saltaron indignados. ¿Por qué?. Sencillamente porque el economista de Chicago jamás defendió a la FED, habiendo llegado a reconocer varias veces que si por él fuera la aboliría. No obstante ese deseo, el pragmatismo de Friedman le llevó a escribir muchas páginas sobre como debía actuar la FED, ya que a pesar de todo, la FED existía.
En la colosal obra "A Monetary History of the United States. 1867-1960", que Friedman escribió junto con Anna Schwartz en 1963, los dos economistas argumentaban que la Gran Depresión, no fue, como generalmente se había aceptado, un fallo del mercado, sino un fallo del Gobierno y de la FED, que no acudieron suficientemente en ayuda de las entidades bancarias. No hacerlo causó una oleada de quiebras financieras, que de no haberse producido, habría ayudado a impedir que los ciudadanos mantuvieran por miedo el dinero ocioso debajo de sus colchones, y los bancos supervivientes en sus cámaras acorazadas, temerosos de sacarlo en forma de prestamos, por miedo a quebrar también. En 2002, el propio Bernanke, año en el que entró en la Junta de Gobernadores de la FED, dijo en un discurso en honor del noventagésimo cumpleaños de Friedman, que "le gustaría decir a Milton y Anna, en relación a la Gran Depresión. Tenéis razón, lo hicimos. Pero gracias a vosotros, no lo volveremos a hacer de nuevo". Sólo cinco años más tarde, y siendo ya presidente de la FED (1 de febrero de 2006), Bernanke tendría la oportunidad de poner a prueba sus palabras con la crisis de las subprime. Aunque la lista de bancos quebrados como consecuencia del desplome financiero era de 110 en agosto del 2009, entre ellos un gigante como Lehman Brothers, la realidad es que esta vez la FED sí que inyectó la liquidez que negó en la crisis del 29. Bernanke sí cumplió su promesa. 

Es por ello por lo que a lo mejor se cree con derecho en buscar aprobación para sus actuaciones en alguien que lógicamente no se lo va a rebatir, ya que Friedman está muerto desde 2.006. Tampoco lo podrá hacer ya Anna Schwartz, que ha fallecido en junio de este año. No obstante, ella sí que tuvo ocasión de evaluar el comportamiento de la FED. Lo hizo en una entrevista para el Wall Street Journal en Octubre de 2008, declarando que “el mayor problema de Bernanke es que no se da cuenta de que esta crisis no es como la de los años 30, y sin embargo las medidas que esta tomando la FED son las que debían haberse usado entonces. De hecho, no veo que las soluciones que propone la Reserva Federal estén siendo efectivas...”

Ni Friedman ni Schwartz podrán escribir en un futuro sobre la actual crisis o las futuras, no podrán analizar  las verdaderas causas, y opinar si esta vez el Gobierno americano y la FED actuaron bien o mal. Eso le corresponderá hacerlo a otros. Pero lo que sí sabemos es que dentro de la doctrina neoliberal más pura de Milton Friedman, la FED seguiría sin tener razón de ser. Como él hizo, hay que aceptarla porque existe, pero nada más. Seguramente en pocos puntos habrá tanto consenso entre los partidarios de Friedman y los antineoliberales. Y es que se hace tremendamente difícil justificar que sea beneficioso para la humanidad que “el poder de determinar la cantidad de dinero ...  sea ejercido por unas cuantas personas, no importa qué tan cívicas sean, si es que hay cualquier alternativa posible”, con palabras del propio Milton.

Para entenderlas en toda su amplitud hay que conocer la historia de la FED. Hay que saber que la responsabilidad de la impresión y emisión de la moneda más importante del mundo, el dólar, recae en manos de unas pocos. Unos pocos, que utilizando métodos nada democráticos fueron capaces de crearla con base legal en 1913, siendo Presidente Woodrow Wilson. Años más tarde el propio Wilson llegó a reconocer que :

"Nuestra gran nación industrial está controlada por un sistema de crédito. Nuestro sistema de crédito está concentrado en manos privadas. El crecimiento de la nación y, por consiguiente, de todas nuestras actividades está en las manos de unos pocos hombres quienes, necesariamente, o por motivos de sus propias limitaciones, congelan, frenan y destruyen la genuina libertad económica. Nos hemos transformado en uno de los peores gobiernos, uno de los más completamente controlados y dominados gobiernos del mundo civilizado, no más un gobierno de libre opinión, no más un gobierno de creencias y del voto de la mayoría, sino un gobierno de la opinión y coacción de un pequeño grupo de hombres dominantes."

La FED y lo que se esconde tras de ella merece la pena que sea tratado en un artículo aparte, por no decir en un libro de muchas páginas.

lunes, 17 de diciembre de 2012

Los Chicago Boys

«Un dictador puede gobernar de manera liberal, así como es posible que una democracia gobierne sin el menor liberalismo. Mi preferencia personal es una dictadura liberal y no un gobierno democrático donde todo liberalismo esté ausente»
 F. von Hayek, (1981, Chile)

La economía chilena estaba en crisis cuando los militares acabaron con la democracia y el Gobierno de Salvador Allende, verdadera razón del alzamiento y posterior instauración del régimen dictatorial. Pero la crisis chilena no era una excepción, el mundo entero padecía los efectos de una recesión iniciada en 1970, y que había llevado al presidente Nixon en agosto de 1971 a tomar una decisión histórica: poner fin a la convertibilidad dólar-oro, instaurando la era del patrón dólar. Esta decisión suponía el primer gran triunfo de las ideas neoliberales de la escuela de Chicago, ya que Nixon la tomó desoyendo la opinión de Henry Hazlitt y Paul Samuelson, que aconsejaban una devaluación del dólar frente al oro, en favor de las ideas monetaristas de Milton Friedman. La senda de la economía de mercado estaba despejada. El mundo caminaba nuevamente hacia el liberalismo económico y Chile iba a ser su primer laboratorio de pruebas.

Allende llegó al poder en noviembre de 1970 prometiendo convertir a Chile en un Estado socialista a través del marco legal y prescindiendo de la vía revolucionaria. La administración Nixon intentó en vano impedir que Allende ganará las elecciones, ya que Chile no debía ser el enésimo país que se pasaba a la esfera de influencia soviética, y sobre todo porque Chile era estratégico para la economía americana, gracias a sus minas de cobre, y los importantes intereses económicos que tenían algunas grandes empresas, como Anaconda y Kennecott (minería) o  ITT (telefonía). Nixon y Kissinger (secretario de Estado) dieron órdenes muy claras a la CIA, dentro del marco del proyecto FUBELT, para evitar el triunfo de Allende. Como no lo consiguieron, el objetivo pasó a ser su destitución mediante un golpe de estado. Aquí no fallaron.


Los militares, encabezados por Agusto Pinochet, sabían como mantener el orden a base de muertes y violaciones de los derechos humanos, pero no eran expertos en economía, así que después de unas primeras medidas de carácter intervencionista y de aumentar el gasto público, la economía seguía sin presentar signos de recuperación. Para tratar de enderezar el rumbo, decidieron que sería mejor dejar el tema económico en manos de los expertos, y para ello se dirigieron a la Universidad Católica de Chile, donde unos jóvenes economistas, la mayoría con postgrado en la Universidad de Chicago, aconsejaron la implantación de un plan de choque basado en las ideas que habían mamado en Chicago a través de Milton Friedman y sus seguidores. Para que los militares conocieran mejor de lo que estaban hablando, los economistas, que pasarían a conocerse posteriormente como los Chicago Boys, consiguieron convencer al dictador de que tuviera una entrevista con su maestro Friedman. En un principio, éste no tenía interés en ese encuentro, llegando a exigir a cambio la liberación de dos presos políticos de origen judío. Demanda que los militares no podían satisfacer, porque esos presos eran desaparecidos. A pesar de ello, 30.000€ y la insistencia de sus pupilos chilenos, acabaron por doblegar las reticencias de Friedman y su esposa, a la que no le gustaban los gobiernos militares. Friedman y su esposa viajaron a Chile el 25 de Marzo de 1975, en una visita de seis días, que incluyó un encuentro con el dictador, y que apenas acabó durando 30 minutos, pero éstos fueron suficientes para que sólo un mes más tarde algunos de los Chicago Boys llegaran al Ministerio de Hacienda, Economía y a la dirección del Banco Central chileno.

Los chicos de Chicago aplicaron el plan de shock, recomendado por Friedman, y que consistía en reducir el gasto público en un 20%, despedir al 30% de los empleados públicos, aumentar el IVA, privatizar la mayor parte de las empresas estatales y liquidar los sistemas de ahorro y de préstamos de vivienda.  En un principio el plan no tuvo efecto positivo en la economía, pero a partir de 1977 se inició la recuperación de las macrocifras, excepto la tasa de desempleo, alrededor del 20%, debido, entre otras causas, a los despidos masivos de trabajadores públicos y de las empresas privatizadas.

Se habló de un "boom", del milagro chileno, en boca de Friedman, que sólo duraría cinco años. En 1982 Chile volvería a caer en crisis, provocada por la recesión mundial de 1980 y la excesiva dependencia externa de la economía chilena impuesta por los neoliberales. La crisis supuso la salida de los Chicago Boys del puesto de mando en 1982, dando paso a un breve periodo de vuelta al keyniasismo. En 1985 la economía chilena pasa a ser dirigida por Hernán Buchi, quien finalmente logra la reactivación de la economía y al que se le atribuye el llamado “Segundo Milagro Chileno”. Buchi aplicó medidas de corte neoliberales, pero alejadas del fundamentalismo de los Chicago Boys.

Más allá del éxito o fracaso del experimento neoliberal en Chile, merece la pena reflexionar sobre unas palabras extraídas de un texto escrito por el secretario privado de Allende,  Ozren Nikola Agnic Krstulovic (1935-2010), en el 2.008:

"La experiencia chilena se repite con similitud en todos los países que han pasado por el proceso de aplicar  el shock económico creado por Milton Friedman. En esos Estados también existe corrupción en las privatizaciones, remuneraciones que no crecen en paralelo al PIB, aumento en las desigualdades en la distribución de las rentas, millones de consumidores abusados,  niveles crecientes de desocupación laboral, desaparición de miles de medianas y pequeñas empresas, concentración en grandes empresas, etc. Inclusive se aprecia aumento de la  delincuencia, atribuible en gran medida a la falta de oportunidades para sus habitantes, siendo las clases medias y populares los grandes perjudicados. Como para que mediten nuestros gobernantes..."

martes, 11 de diciembre de 2012

El Método Milton

Las únicas sociedades que han sido capaces de crear una prosperidad relativa ampliamente extendida han sido aquéllas que han confiado principalmente en los mercados capitalistas. 
Milton Friedman

Cuando Milton Friedman fue invitado por F. von Hayek a participar en la reunión de Mont-Pèlerin (Suiza) en 1947 era un economista de 34 años desconocido para la opinión pública. Hacia sólo un año de su doctorado y de su nombramiento como profesor de Teoría Económica en la Universidad de Chicago. En esta universidad, su pensamiento liberal, opuesto al keynesianismo de la época, fue compartido por un grupo de economistas, que como él abogaban por un mercado libre, muy poco o nada intervenido por el Estado. No obstante su ideología, durante la década de los 50 Friedman escribe análisis técnicos, más o menos apolíticos, que le ayudaran a elevar su prestigio profesional. Especialmente relevantes serán sus trabajos “Metodología de la Economía Positiva” (1953),  "Una Teoría de la Función de Consumo" (1957), donde plantea un modelo teórico más satisfactorio sobre el comportamiento de los consumidores a partir de la función keynesiana; y "Un Programa de Estabilidad Monetaria y Reforma Bancaria", primera referencia de la doctrina monetarista.

Es también en la década de los 50 cuando se produce un hecho que con el tiempo adquiriría una dimensión inesperada. La Universidad de Chicago y La Pontificia Universidad Católica de Chile firman un convenio en 1956, en virtud del cual un número reducido de alumnos chilenos tuvieron la oportunidad de realizar estudios de postgrado en Chicago. El convenio formaba parte del denominado "Proyecto Chile", organizado en 1950 por el Departamento de Estado de EE.UU. y financiado por la Fundación Ford[1], que tenía como fin influir en el pensamiento económico chileno. Tanto Friedman como sus colegas liberales debieron pensar que aquella era una oportunidad única de exportar sus ideas allende de las fronteras norteamericanas, y como más adelante veremos, la supieron aprovechar.   

Durante la década de los 60 Friedman mantiene su labor docente y de investigación sobre aspectos monetarios. Son los años en los que su creciente prestigio le permiten pasar a formar parte de la asesoría económica de los candidatos del Partido Republicano. En 1967 pronuncia un discurso en la Asociación Económica Estadounidense, que sólo unos años más tarde le supondrá poderse anotar uno de los más sonados tantos a favor de sus doctrinas. En dicho discurso Friedman advirtió de los riesgos de un fenómeno macroeconómico todavía casi desconocido, pero que según él se acabaría por producir. Hasta esa fecha se asumía como cierto, y la experiencia así lo corroboraba, que en períodos de crecimiento el empleo era alto y los intereses bajos, lo que producía un aumento del consumo, que a su vez arrastraba a una mayor producción, que se podía vender más cara, provocándose así un aumento de la inflación. Por el contrario, en los períodos de recesión el desempleo crecía, los intereses también, y la producción buscaba el nuevo equilibrio disminuyendo, todo lo cual acarreaba una bajada de precios, es decir, una inflación más baja. Pues bien, Milton Friedman llegó y dijo que una situación donde el desempleo es alto y la inflación también, era posible de forma continuada. Y eso sería así si los gobiernos se obcecaban en mantener la inflación como forma de luchar contra el desempleo en los tiempos de recesión. Un gobierno intervencionista sabía que en una época de precios crecientes la contratación se vuelve atractiva si la inflación es tal que acabe compensando las subidas salariales y el extracoste de las nuevas contrataciones. El éxito de esta política era a juicio de Friedman solamente temporal, ya que en caso de que la situación de recesión se prolongase en el tiempo, el método acabaría siendo un fracaso, y no sólo eso, se volvería contraproducente. ¿Por qué?, sencillamente porque los trabajadores se acabarían percatando con el tiempo de su pérdida de poder adquisitivo, con lo cual reclamarían mayores aumentos salariales, razón por la cual, el desempleo acabaría por no bajar sustancialmente, mientras que los precios seguirían altos.

Las palabras de Milton fueron proféticas, ya que durante casi toda la década de los 70, la mayoría de los países occidentales tuvieron que soportar unas tasas de paro y unos niveles de inflación jamás vistos. Era el gran triunfo de las ideas neoliberales sobre el keynesianismo imperante. En 1976 la Academia sueca le concedió el Premio Nobel de Economía, como reconocimiento a sus estudios en las esferas del análisis del consumo, de la historia y la teoría monetaria, así como de la política de estabilización económica. 

Durante los siguientes años hasta el de su muerte en 2.006, Friedman ejerció una ferviente labor divulgadora de las ideas neoliberales, llegando a participar en programas de televisión, en los que satanizaba las políticas intervencionistas y de manera casi fundamentalista ensalzaba las virtudes de los mercados, como única forma de alcanzar la prosperidad duradera. Su mensaje caló hondo, y una legión de fieles seguidores acabaron por seguirle devotamente. Sin duda, Milton fue una de las mentes más influyentes de la segunda mitad del pasado siglo XX, y todo ello, sin perjuicio de que salvo el éxito de su predicción "estanflacionista"[2], el resto de sus métodos y recetas tuvieron una más que dudosa tasa de éxito allá donde por desgracia tuvieron que padecerlas. Pero eso es tema para el siguiente artículo, donde hablaremos de los "Chicago boys" y el experimento chileno.


[1] La Fundación Ford fue creada el 15 de enero de 1936 por Edsel Ford, el hijo de Henry Ford, y dos ejecutivos de la Ford Motor Company "para recibir y administrar fondos para propósitos científicos, educativos y caritativos, para el bienestar público". Wikipedia.

[2] Estanflación es un término que fue acuñado en 1965 por el entonces ministro de Finanzas británico, Ian McLeod quien, en un discurso ante el Parlamento en ese año, dijo:
"Ahora tenemos lo peor de ambos mundos: no sólo inflación por un lado o estancamiento por el otro, sino ambos juntos. Tenemos una especie de "estanflación". Y, en términos modernos, se está haciendo historia". Wikipedia.

sábado, 8 de diciembre de 2012

Mont Pelerin Society


"Las demandas de justicia social carecen de sentido, por que las demandas de justicia son sencillamente incompatibles en cualquier proceso natural de carácter evolutivo"
F. von Hayek



En Europa se libra una guerra que va más allá de la deuda soberana, el futuro del euro o la propia recesión económica. En esta ocasión no hay bombas ni cañones, ni generales ni soldados, hay decretos y directivas, gobiernos y ciudadanos. Las batallas se disputan en los ministerios, en los parlamentos, en los bancos y de momento muy poco en las calles. En juego, el modelo de sociedad, o lo que es equivalente, la propia concepción del ser humano.

Tras el desastre de la II Guerra Mundial, Europa creyó haber aprendido de sus propios errores y fundamentó su recuperación en una serie de principios que alguien etiquetó con el nombre de Estado del Bienestar[1]. El principio fundamental sobre el que se edificó este modelo social reconocía a todos los ciudadanos, sin ningún tipo de exclusiones, el derecho social a tener un mínimo nivel de vida, siendo una responsabilidad de todos garantizar ese derecho. Se aparcaba, por lo tanto, el concepto de caridad hacia los más desfavorecidos, pasando el Estado a ser el responsable de garantizar los derechos sociales de todos los ciudadanos. Además, el Estado debería velar por la buena marcha de la economía, la cual, tomando las ideas de John Maynard Keynes, habría de tener como meta el pleno empleo, para lo cual era necesario que tanto el gasto privado, empresarial, como público fuera incentivado.

En mayor o menor medida estas ideas se extendieron por el continente, permitiendo a los europeos vivir  cerca de tres décadas de prosperidad y paz. Pero la economía es cíclica, y una serie de factores que confluyeron a principio de la década de los 70 pusieron en jaque al modelo del Estado del Bienestar. El mundo occidental sufrió un fenómeno que no cabía dentro de las teorías keynesianas, la estanflación, o lo que es lo mismo, el estancamiento de la economía y la subida de los precios conviviendo a la vez. Las consecuencias de dicho fenómeno, ni que decirlo hay, se tradujeron en un aumento de la deuda de los estados, y del paro. Era el momento en que las voces de los críticos a Keynes iban a ser tenidas en cuenta. Era el momento de los neoliberales.



Pero, retrocedamos otra vez a los primeros años de la posguerra, en concreto al abril de 1947. En el Hôtel du Parc de la localidad de Mont-Pèlerin, cerca de Vevey, Suiza, se celebra un encuentro en la que participan 36 personalidades, en su mayoría economistas, con algunos historiadores y filósofos. El promotor es un economista austriaco llamado Friedrich von Hayek (1899-1992), el cual había conseguido el apoyo financiero de banqueros e industriales suizos para la celebración del evento. En su juventud von Hayek  y desde la cátedra en la London School of Economics (1931-1950) había rivalizado con Keynes desde un punto de técnico y teórico; pero en 1947 los trabajos de von Hayek ya no son tan técnicos, dedicando sus esfuerzos a temas más filosóficos o sociales. La reunión de Mont-Pèlerin debía tener como objetivo precisamente la difusión de sus ideas, muchas de las cuales habían quedado recogidas en su obra crítica de la economía planificada y del socialismo, Camino de servidumbre (1944):

"Es la sumisión del hombre a las fuerzas impersonales del mercado que, en el pasado, hizo posible el desarrollo de una civilización que sin esto no habría podido hacerlo; es por la sumisión que participamos cotidianamente en la construcción de algo más grande que lo que todos nosotros podemos comprender plenamente"

"Cualquier política dirigida directamente a un ideal de justicia distributiva, es decir, a lo que alguien entienda como una distribución "más justa", tiene necesariamente que conducir a la destrucción del imperio de la ley porque, para poder producir el mismo resultado en personas diferentes, sería necesario tratarlas de forma diferente. Y ¿cómo podría haber entonces leyes generales?"

Por supuesto, que estas ideas van en contra corriente, lo cual no impide que al terminar el encuentro los 36 miembros de aquella reunión en el Hôtel du Parc decidan constituirse como una asociación multidisciplinaria creada, en palabras de sus propios fundadores y seguidores, para preservar los derechos humanos amenazados por la difusión de ideologías relativistas y afines a la extensión del poder arbitrario. En palabras más claras, para constituirse como un grupo de oposición al comunismo, socialismo y el Estado del Bienestar, que ellos consideraban que eran la misma cosa. Desde entonces hasta hoy la sociedad se ha reunido con una frecuencia casi regular de dos años, en diferentes lugares del mundo. Cabe subrayar que hasta nueve premios Nobel de economía han formado parte de su lista de miembros, el propio von Hayek en 1974, Milton Friedman (1976), George Stiegler (1982), James M. Buchanan (1986), Maurice Allais (1988), Ronald Coase (1991), Gary Becker (1992) y Vernon Smith (2002).

La influencia de esta sociedad es básica para entender lo que ha sucedido en los últimos años en el mundo y se puede considerar que los objetivos de la misma de alguna manera se están cumpliendo. Aunque como decíamos al comienzo, la batalla final de esta guerra se está todavía librando. El péndulo ha girado, y hoy hablar de justicia social, derechos sociales, etc. está mal visto, hoy se habla de globalización, productividad, recortes y liberalización de los mercados. Von Hayek al final le devolvió bien el golpe a Keynes.


[1] La nociones actuales de "Estado del Bienestar" corresponde al término inglés Welfare State (del que es traducción literal), cuyo uso quedó acuñado a partir de 1945, en la posguerra de la Segunda Guerra Mundial, a partir de una expresión original de William Temple, entonces Arzobispo de Canterbury, en la que contraponía las políticas keynesianas de posguerra al Warfare State ("Estado de Guerra") de la Alemania Nazi. Wikipedia.

miércoles, 5 de diciembre de 2012

El Gobierno Neoliberal

Buscando por la red textos sobre el neoliberalismo, encuentro uno de un venezolano llamado Oswaldo Ramírez Colina, politólogo y CEO de una consultora de temas políticos.  Me paro en la apartado dedicado a la ideología política del neoliberalismo, que dice así:
"El postulado principal del Neoliberalismo es que la competencia pone a funcionar hasta el tope las energías latentes en los individuos que conforman el todo social, y así la extrema movilidad que se genera, tras una etapa dolorosa de ajustes, provoca una sociedad de bienestar. Para que este postulado se realice, el Estado no puede sobreproteger al pueblo: el populismo o la planificación central mantienen al pueblo en perpetua minoridad; al atrofiarle la iniciativa y la responsabilidad lo mantienen no sólo improductivo para la sociedad sino débil y carente de valor a sus propios ojos."

El discurso me resulta extrañamente familiar a pesar de ser la primera vez que lo leo. Tengo la sensación de haber escuchado parte del contenido en boca de otros. Intrigado decido hacer algunas búsquedas, por ejemplo con la palabras "energías latentes en los individuos". Mi intuición me dice que la tarea será más rápida y fructífera si antepongo a las palabras clave las siglas PP. El resultado en Google me lleva a otro artículo, titulado "Sin compasión". Su autor, Miguel Ángel Belloso, vicepresidente del Consejo Editorial de Expansión y Actualidad Económica, y vicepresidente del Observatorio del Banco Central Europeo, entre otros cargos. El nombre del blog donde se ubica el artículo da algunas pistas sobre la ideología del señor Belloso: "Apuntes liberales de un chico de derechas". Si se quiere saber un poco más sobre el personaje resulta también interesante la entrevista que le hizo Jordi Évole para el Salvados del 30 de octubre de 2.011 (¿Que paguen los ricos?). Pero