La UE no tiene futuro. Cierto es que tras los acuerdos in extremis de la reunión de Bruselas, muchos opinarán que es todo lo contrario, que nuestros mandatarios han dado un paso hacia delante, al acordar entre otras cosas trabajar en la creación escalonada de una unión bancaria y fiscal. Dicho así suena muy bien, aunque habrá que esperar hasta octubre para saber el contenido y el calendario de dicha unificación ( siempre esperando ). El problema es que para llegar a ese acuerdo haya hecho falta que Francia, Italia y España amenazasen con no suscribir el pacto por el crecimiento europeo si no se atendían debidamente sus pretensiones más urgentes.
En el blog Senado y Pueblo se compara muy acertadamente la cumbre con una partida de póquer. Seguramente esa comparación resume muy bien lo que debió ser la maratoniana cumbre, un juego de faroles y de mucha tensión por lo que había en juego encima del tapete. Pero para que la analogía sea perfecta habría que ubicar esta partida en un pequeña aldea del lejano Oeste, y no en un lujoso casino de Las Vegas.
Los jugadores que van perdiendo son unos vaqueros enrabietados, que revólver en mano se levantan a mitad de la noche, y amenazan con volar a tiros a todos, si la señora que va ganando y sus amigos no dejan de una vez de hacer trampas. Al final todos se calman y la timba acaba bien; todos salen creyendo que han ganado, y colorín colorado este capítulo del cuento se ha acabado.
Lo triste del cuento, es que no es un cuento, que los vaqueros no son vaqueros, sino políticos, y que los dólares que se han jugado no son dólares, sino los euros de los pobres aldeanos que somos todos.
Que triste resignación saber que buena parte de mi futuro ( y del tuyo, seas quien seas que me estés leyendo ) se decida en la sucia mesa de una taberna, en un juego de miradas, faroles y suerte, y todo ello por un puñado de dolares.
Comienzo a creer que Europaville nunca tuvo, ni tendrá, un sheriff que con su llegada haga que este historia tenga el final feliz que nos merecemos.
P.D: El final feliz no era chino.
En el blog Senado y Pueblo se compara muy acertadamente la cumbre con una partida de póquer. Seguramente esa comparación resume muy bien lo que debió ser la maratoniana cumbre, un juego de faroles y de mucha tensión por lo que había en juego encima del tapete. Pero para que la analogía sea perfecta habría que ubicar esta partida en un pequeña aldea del lejano Oeste, y no en un lujoso casino de Las Vegas.
Los jugadores que van perdiendo son unos vaqueros enrabietados, que revólver en mano se levantan a mitad de la noche, y amenazan con volar a tiros a todos, si la señora que va ganando y sus amigos no dejan de una vez de hacer trampas. Al final todos se calman y la timba acaba bien; todos salen creyendo que han ganado, y colorín colorado este capítulo del cuento se ha acabado.
Lo triste del cuento, es que no es un cuento, que los vaqueros no son vaqueros, sino políticos, y que los dólares que se han jugado no son dólares, sino los euros de los pobres aldeanos que somos todos.
Que triste resignación saber que buena parte de mi futuro ( y del tuyo, seas quien seas que me estés leyendo ) se decida en la sucia mesa de una taberna, en un juego de miradas, faroles y suerte, y todo ello por un puñado de dolares.
Comienzo a creer que Europaville nunca tuvo, ni tendrá, un sheriff que con su llegada haga que este historia tenga el final feliz que nos merecemos.
P.D: El final feliz no era chino.
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