Si para algo está sirviendo la crisis de la eurozona es para mostrar muy claramente quién gobierna realmente en las democracias demagógicas del mundo occidental. Nunca hasta ahora los distintos gobiernos de turno, sea cual sea su color, se han mostrado tan títeres, ni tan sumisos ante el poder oculto ejercido por unos pocos: la llamada oligarquía financiera. Lo ocurrido en Italia en noviembre de 2.011 con el Gobierno de Berlusconi se erige por el momento en la mejor prueba palpable de la existencia real de dicho poder, y hasta dónde está dispuesto éste a llegar con tal de garantizar el cumplimiento de sus objetivos. En Grecia, en Portugal, en España, los distintos gobiernos democráticamente elegidos desmontan implacablemente el modelo del estado de bienestar a base de Decretos-ley, que tienen siempre al pueblo como protagonista perjudicado, y a la minoría que ostenta el poder del dinero como gran beneficiario. Y todo ello sucede con el beneplácito del propio pueblo, que atónito y aturdido sólo alcanza a manifestar tibiamente su descontento de forma esporádica; pero que no duda en atender a su cita con las urnas cada vez que se le requiere, con la vana esperanza de creer que solamente por el hecho de votar a aquella formación, en vez de aquella otra, la cosa va a mejorar, y sus problemas van a terminar. Es sólo una ilusión, un espejismo, los propios políticos se han constituido en una casta, cuyo único fin es aferrarse a los beneficios derivados del ejercicio de la función pública. Beneficios que ellos mismos se han otorgado, muchas veces al margen de la ley, deteriorando así la imagen de la política, llevándola a convertir en sinónimo de corrupción.
Nada de lo que está sucediendo en Europa es novedoso, quizás en las formas, aunque realmente ni tan siquiera en ello (la misma filosofía de austeridad fue impuesta por el FMI a los deudores del Tercer Mundo desde los años sesenta hasta los ochenta), por eso no es de extrañar que los antiguos pensadores griegos ya hablasen en los términos que someramente vimos en los artículos anteriores. En el fondo todo deriva de lo mismo: la codicia humana, y el afán por hacerse poseedor del poder y del dinero. Pero si la historia se repite, cabe esperar entonces que de alguna manera su desenlace también esté ya escrito. La única duda que se plantea es saber que pesa más de cara al futuro: el poder institucional de los gobiernos electos, o el poder real de la oligarquía financiera. Arístóteles nos dijo que la Democracia se transforma en Tiranía, tras haber degenerado en Demagogia, y en ese proceso estamos. Por otra parte, la Oligarquía se convierte en Democracia cuando las desigualdades se convierten en insostenibles, ese proceso justo acaba de empezar en Europa.
Hay pruebas evidentes de que las fuerzas de transformación se han puesto en marcha. Los movimientos del 15-M, los indignados, y su afán de recuperar el verdadero sentido de la democracia, acabando con las injusticias derivadas del actual sistema, son un buen ejemplo de ello. Lo que empezó como casi espontaneas peticiones de una democracia real ya , se transforma en movimientos más ambiciosos en sus objetivos (25-S) y dejan entrever una posible revuelta en un futuro no muy lejano del pueblo contra el poder del dinero. En ese caso, la Democracia volvería , desapareciendo el poder oculto de la oligarquía y la casta de políticos demagogos. Una hoguera purificadora es pues una posibilidad.
No obstante, el camino hacia la Tiranía puede ya haber echado a andar y su avance podría ser muy rápido. Visto desde la altura, y sin tomar partido por unos u otros, lo que sucede en Catalunya desde el pasado 11-S es un buen indicador. Un político demagogo, capaz de haber pactado con el mismo diablo, toma eco del sentimiento popular y transforma de la noche a la mañana su discurso, ilusionando al pueblo que lo aclama. Promesas de un mundo mejor, más libre, más justo. Muchas palabras, pocas explicaciones de cómo se llega a ese mundo. Pocos casos tan perfectos para definir la auténtica demagogia. Subrayar que en ningún momento se pretende aquí afirmar que Catalunya se vaya a convertir en una Tiranía si finalmente el objetivo de la independencia es alcanzado. Es sólo que la forma de actuar, y la rapidez con la que se expande, deja entrever el peligro para nada ficticio de que en cualquier momento aparezca un verdadero demagogo entre los demagogos, que nos embaucará a todos para arrastramos por el camino de la sumisión y la dictadura.
Que no hay nada permanente fue constatado por los sabios helenos, que vivimos tiempos de transformación lo constatamos todos cada día que pasa, que el destino que nos espera sea uno u otro, en cierta manera no depende mucho de nosotros, ya que los pueblos se erigen como unidades supra-individuales, con alma y vida propia, siendo los individuos meras células de ese organismo superior llamado sociedad. Pueden apostar por una alternativa u otra, pero seguramente sólo será eso, una apuesta, nunca una decisión. Personalmente, yo me inclino por el camino que nos arrastra hacia la Tiranía, como opción más probable. Es pura intuición. Intuición y saber que vivimos en un mundo fuertemente individualizado, idiotizado desde los medios, con muchísima información, pero habiendo sido educados para consumirla, no tenemos tiempo, ni ganas, para entenderla, procesarla y asimilarla. Somos, por lo tanto, meros engullidores de información. Bajo ese prisma, se hace más fácil creer que estamos más cerca de que nos embauquen, que seamos algún día capaces de rebelarnos de forma espontánea. El tiempo que todo lo cambia nos lo dirá algún día.
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