Las únicas sociedades que han sido capaces de crear una prosperidad relativa ampliamente extendida han sido aquéllas que han confiado principalmente en los mercados capitalistas.
Milton Friedman
Cuando Milton Friedman fue invitado por F. von Hayek a participar en la reunión de Mont-Pèlerin (Suiza) en 1947 era un economista de 34 años desconocido para la opinión pública. Hacia sólo un año de su doctorado y de su nombramiento como profesor de Teoría Económica en la Universidad de Chicago. En esta universidad, su pensamiento liberal, opuesto al keynesianismo de la época, fue compartido por un grupo de economistas, que como él abogaban por un mercado libre, muy poco o nada intervenido por el Estado. No obstante su ideología, durante la década de los 50 Friedman escribe análisis técnicos, más o menos apolíticos, que le ayudaran a elevar su prestigio profesional. Especialmente relevantes serán sus trabajos “Metodología de la Economía Positiva” (1953), "Una Teoría de la Función de Consumo" (1957), donde plantea un modelo teórico más satisfactorio sobre el comportamiento de los consumidores a partir de la función keynesiana; y "Un Programa de Estabilidad Monetaria y Reforma Bancaria", primera referencia de la doctrina monetarista.
Es también en la década de los 50 cuando se produce un hecho que con el tiempo adquiriría una dimensión inesperada. La Universidad de Chicago y La Pontificia Universidad Católica de Chile firman un convenio en 1956, en virtud del cual un número reducido de alumnos chilenos tuvieron la oportunidad de realizar estudios de postgrado en Chicago. El convenio formaba parte del denominado "Proyecto Chile", organizado en 1950 por el Departamento de Estado de EE.UU. y financiado por la Fundación Ford[1], que tenía como fin influir en el pensamiento económico chileno. Tanto Friedman como sus colegas liberales debieron pensar que aquella era una oportunidad única de exportar sus ideas allende de las fronteras norteamericanas, y como más adelante veremos, la supieron aprovechar.
Durante la década de los 60 Friedman mantiene su labor docente y de investigación sobre aspectos monetarios. Son los años en los que su creciente prestigio le permiten pasar a formar parte de la asesoría económica de los candidatos del Partido Republicano. En 1967 pronuncia un discurso en la Asociación Económica Estadounidense, que sólo unos años más tarde le supondrá poderse anotar uno de los más sonados tantos a favor de sus doctrinas. En dicho discurso Friedman advirtió de los riesgos de un fenómeno macroeconómico todavía casi desconocido, pero que según él se acabaría por producir. Hasta esa fecha se asumía como cierto, y la experiencia así lo corroboraba, que en períodos de crecimiento el empleo era alto y los intereses bajos, lo que producía un aumento del consumo, que a su vez arrastraba a una mayor producción, que se podía vender más cara, provocándose así un aumento de la inflación. Por el contrario, en los períodos de recesión el desempleo crecía, los intereses también, y la producción buscaba el nuevo equilibrio disminuyendo, todo lo cual acarreaba una bajada de precios, es decir, una inflación más baja. Pues bien, Milton Friedman llegó y dijo que una situación donde el desempleo es alto y la inflación también, era posible de forma continuada. Y eso sería así si los gobiernos se obcecaban en mantener la inflación como forma de luchar contra el desempleo en los tiempos de recesión. Un gobierno intervencionista sabía que en una época de precios crecientes la contratación se vuelve atractiva si la inflación es tal que acabe compensando las subidas salariales y el extracoste de las nuevas contrataciones. El éxito de esta política era a juicio de Friedman solamente temporal, ya que en caso de que la situación de recesión se prolongase en el tiempo, el método acabaría siendo un fracaso, y no sólo eso, se volvería contraproducente. ¿Por qué?, sencillamente porque los trabajadores se acabarían percatando con el tiempo de su pérdida de poder adquisitivo, con lo cual reclamarían mayores aumentos salariales, razón por la cual, el desempleo acabaría por no bajar sustancialmente, mientras que los precios seguirían altos.
Las palabras de Milton fueron proféticas, ya que durante casi toda la década de los 70, la mayoría de los países occidentales tuvieron que soportar unas tasas de paro y unos niveles de inflación jamás vistos. Era el gran triunfo de las ideas neoliberales sobre el keynesianismo imperante. En 1976 la Academia sueca le concedió el Premio Nobel de Economía, como reconocimiento a sus estudios en las esferas del análisis del consumo, de la historia y la teoría monetaria, así como de la política de estabilización económica.
Durante los siguientes años hasta el de su muerte en 2.006, Friedman ejerció una ferviente labor divulgadora de las ideas neoliberales, llegando a participar en programas de televisión, en los que satanizaba las políticas intervencionistas y de manera casi fundamentalista ensalzaba las virtudes de los mercados, como única forma de alcanzar la prosperidad duradera. Su mensaje caló hondo, y una legión de fieles seguidores acabaron por seguirle devotamente. Sin duda, Milton fue una de las mentes más influyentes de la segunda mitad del pasado siglo XX, y todo ello, sin perjuicio de que salvo el éxito de su predicción "estanflacionista"[2], el resto de sus métodos y recetas tuvieron una más que dudosa tasa de éxito allá donde por desgracia tuvieron que padecerlas. Pero eso es tema para el siguiente artículo, donde hablaremos de los "Chicago boys" y el experimento chileno.
[1] La Fundación Ford fue creada el 15 de enero de 1936 por Edsel Ford, el hijo de Henry Ford, y dos ejecutivos de la Ford Motor Company "para recibir y administrar fondos para propósitos científicos, educativos y caritativos, para el bienestar público". Wikipedia.
[2] Estanflación es un término que fue acuñado en 1965 por el entonces ministro de Finanzas británico, Ian McLeod quien, en un discurso ante el Parlamento en ese año, dijo:
"Ahora tenemos lo peor de ambos mundos: no sólo inflación por un lado o estancamiento por el otro, sino ambos juntos. Tenemos una especie de "estanflación". Y, en términos modernos, se está haciendo historia". Wikipedia.
Es también en la década de los 50 cuando se produce un hecho que con el tiempo adquiriría una dimensión inesperada. La Universidad de Chicago y La Pontificia Universidad Católica de Chile firman un convenio en 1956, en virtud del cual un número reducido de alumnos chilenos tuvieron la oportunidad de realizar estudios de postgrado en Chicago. El convenio formaba parte del denominado "Proyecto Chile", organizado en 1950 por el Departamento de Estado de EE.UU. y financiado por la Fundación Ford[1], que tenía como fin influir en el pensamiento económico chileno. Tanto Friedman como sus colegas liberales debieron pensar que aquella era una oportunidad única de exportar sus ideas allende de las fronteras norteamericanas, y como más adelante veremos, la supieron aprovechar.
Durante la década de los 60 Friedman mantiene su labor docente y de investigación sobre aspectos monetarios. Son los años en los que su creciente prestigio le permiten pasar a formar parte de la asesoría económica de los candidatos del Partido Republicano. En 1967 pronuncia un discurso en la Asociación Económica Estadounidense, que sólo unos años más tarde le supondrá poderse anotar uno de los más sonados tantos a favor de sus doctrinas. En dicho discurso Friedman advirtió de los riesgos de un fenómeno macroeconómico todavía casi desconocido, pero que según él se acabaría por producir. Hasta esa fecha se asumía como cierto, y la experiencia así lo corroboraba, que en períodos de crecimiento el empleo era alto y los intereses bajos, lo que producía un aumento del consumo, que a su vez arrastraba a una mayor producción, que se podía vender más cara, provocándose así un aumento de la inflación. Por el contrario, en los períodos de recesión el desempleo crecía, los intereses también, y la producción buscaba el nuevo equilibrio disminuyendo, todo lo cual acarreaba una bajada de precios, es decir, una inflación más baja. Pues bien, Milton Friedman llegó y dijo que una situación donde el desempleo es alto y la inflación también, era posible de forma continuada. Y eso sería así si los gobiernos se obcecaban en mantener la inflación como forma de luchar contra el desempleo en los tiempos de recesión. Un gobierno intervencionista sabía que en una época de precios crecientes la contratación se vuelve atractiva si la inflación es tal que acabe compensando las subidas salariales y el extracoste de las nuevas contrataciones. El éxito de esta política era a juicio de Friedman solamente temporal, ya que en caso de que la situación de recesión se prolongase en el tiempo, el método acabaría siendo un fracaso, y no sólo eso, se volvería contraproducente. ¿Por qué?, sencillamente porque los trabajadores se acabarían percatando con el tiempo de su pérdida de poder adquisitivo, con lo cual reclamarían mayores aumentos salariales, razón por la cual, el desempleo acabaría por no bajar sustancialmente, mientras que los precios seguirían altos.
Las palabras de Milton fueron proféticas, ya que durante casi toda la década de los 70, la mayoría de los países occidentales tuvieron que soportar unas tasas de paro y unos niveles de inflación jamás vistos. Era el gran triunfo de las ideas neoliberales sobre el keynesianismo imperante. En 1976 la Academia sueca le concedió el Premio Nobel de Economía, como reconocimiento a sus estudios en las esferas del análisis del consumo, de la historia y la teoría monetaria, así como de la política de estabilización económica.
Durante los siguientes años hasta el de su muerte en 2.006, Friedman ejerció una ferviente labor divulgadora de las ideas neoliberales, llegando a participar en programas de televisión, en los que satanizaba las políticas intervencionistas y de manera casi fundamentalista ensalzaba las virtudes de los mercados, como única forma de alcanzar la prosperidad duradera. Su mensaje caló hondo, y una legión de fieles seguidores acabaron por seguirle devotamente. Sin duda, Milton fue una de las mentes más influyentes de la segunda mitad del pasado siglo XX, y todo ello, sin perjuicio de que salvo el éxito de su predicción "estanflacionista"[2], el resto de sus métodos y recetas tuvieron una más que dudosa tasa de éxito allá donde por desgracia tuvieron que padecerlas. Pero eso es tema para el siguiente artículo, donde hablaremos de los "Chicago boys" y el experimento chileno.
[1] La Fundación Ford fue creada el 15 de enero de 1936 por Edsel Ford, el hijo de Henry Ford, y dos ejecutivos de la Ford Motor Company "para recibir y administrar fondos para propósitos científicos, educativos y caritativos, para el bienestar público". Wikipedia.
[2] Estanflación es un término que fue acuñado en 1965 por el entonces ministro de Finanzas británico, Ian McLeod quien, en un discurso ante el Parlamento en ese año, dijo:
"Ahora tenemos lo peor de ambos mundos: no sólo inflación por un lado o estancamiento por el otro, sino ambos juntos. Tenemos una especie de "estanflación". Y, en términos modernos, se está haciendo historia". Wikipedia.
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