Un incendio en la fábrica textil Tazreen Fashion, situada a unos 30km de la capital de Bangladesh, Daca, mató la noche del pasado sábado a 113 trabajadores y dejó heridos a unos 100. Este lunes un nuevo incendio estalló en las instalaciones de RMG ubicadas en un edificio de 12 plantas en el área de Dakkin Khan, al noroeste del aeropuerto de Daca, con un saldo de 10 heridos.
¿Fatal casualidad, hechos aislados? No tanto, ya que en 2.010 dos incendios en dos fábricas bengalíes de ropa fueron también la causa de 21 y 22 muertes en febrero y diciembre de aquel año. Las firmas afectadas fueron entonces Garib & Garib y Ha Meen. Seguro que los nombres de estas empresas no le dicen nada, pero en cambio es muy probable que en el armario de su casa cuelguen una o varias prendas fabricadas en sus talleres. La industria textil de Bangladesh exporta hacia los países occidentales tanto, que es la segunda más importante del mundo, sólo superada por China. Entre los principales clientes, firmas como C&A, Walmart, H&M, Marks & Spencer o Carrefour. Éstas sí que les suenan, ¿verdad?
Para las marcas de ropa occidentales Bangladesh es una especie de paraíso, donde se puede adquirir, por ejemplo, una sencilla camiseta por menos de un euro. La camiseta será vendida luego en sus tiendas por 9 o más euros. Comprar en un taller bengalí sale tan barato porque la mano de obra roza la esclavitud: jornadas laborales de 13 horas los siete días de la semana, a cambio de un sueldo de entre 45 euros y 60 euros mensuales. Una productividad con la que afortunadamente pocos países pueden competir. (Recuerdo no hace muchos años que en la ciudad donde yo vivía había un gran número de pequeños talleres que se ganaban la vida confeccionando ropa. De aquéllos sólo quedan cuatro mal contados, y algunos con nombres chinos.)
La vida en Bangladesh sale muy barata si se tienen dólares o euros. La muerte también es barata. Las familias de las victimas del incendio de Garib & Garib recibieron 2.000€ de indemnización. La investigación autorizada por el Gobierno de Bangladesh señaló que la causa del incendio fue un cortocircuito en la segunda planta. Debido a lo inflamable del material, el fuego se propago como el rayo al resto de plantas. La alta toxicidad de los humos, la pobre ventilación y el hecho que las puertas de salida estuvieran cerradas y había bultos que bloqueaban el acceso a las escaleras, fueron las razones por las que el número de victimas fue tan alto. Para más inri, los extintores de la fábrica eran inútiles, y no había nadie que supiera hacerlos funcionar. A pesar de ello, una auditoria de 2.009 realizada por la empresa sueca H&M negó que hubieran problemas estructurales de seguridad en la fábrica Garib & Garib. No sé que hubiera dicho el mismo equipo auditor sobre la planta quemada el sábado, la cual carecía de extintores y no disponía de ninguna salida de emergencia; seguro que como mucho alguna observación menor a mejorar a medio plazo.
Como en el pasado, tras cada uno de estos dramáticos sucesos, miles de trabajadores han salido hoy a la calle exigiendo mejoras de seguridad y denunciando la precariedad del trabajo, y los malos sueldos. Unas 20 personas han resultado heridas por enfrentamientos con la policía y algunas de las empresas textiles de la zona han sido atacadas. Los trabajadores saben que lo poco que han conseguido para mejorar sus condiciones ha sido exclusivamente mediante esa vía (en 2.006 y 2.010 las protestas forzaron una revisión al alza de los sueldos).
Pero protestar en Bangladesh es casi tan peligroso como trabajar en la confección. En abril de este año el sindicalista Aminul Islam fue hallado asesinado con señales de haber sufrido brutales torturas. Islam colaboró con la cadena de televisión norteamericana ABC en la producción de 'Hingh Fashion, Deadly Factories' de Nightline, un reportaje que denuncia las condiciones de riesgo en que trabajan las obreras y los obreros de la industria bengalí de la confección.
Si las protestas de la calle crecen, y las huelgas duran lo suficiente, es posible que el Gobierno bengalí acceda a mejorar algo las cosas, al menos sobre el papel. De momento, lo que posiblemente fue un cortocircuito, es explicado por el ministro de Interior como un acto de sabotaje. Difícilmente los trabajadores de Bangladesh conseguirán dignificar su esfuerzo, ya que aumentar sueldos y seguridad laboral tiene un coste que las grandes marcas occidentales no están dispuestas a compartir. Eso iría en contra de sus sagrados márgenes.
Es en ese contexto en el que se debe entender la noticia de este verano en la que podíamos leer que "Karl-Johan Persson, consejero delegado de H&M, y Sheikh Hasina, primer ministro de Bangladesh se sentaron juntos. El directivo presentó una petición para que los empleados textiles del país tengan un incremento salarial y cuenten con revisiones anuales de sueldo." Una bonita forma de distraer la atención, porque sería tan sencillo como que H&M se limitará a pagar un precio más justo por las prendas de sus talleres bengalíes, independientemente de lo que haga su competencia con el resto de talleres. Una parte de la solución al problema está en sus manos. También en la línea de salvar la imagen, se debe interpretar la reacción de Walmart que ha declarado tras el incendio de Tazreen Factory, que la relación con el proveedor ha terminado.
La decisión no es muy difícil, Walmart sólo tiene que cruzar la calle de la quemada fabrica para encontrar otro que le dará exactamente lo mismo. Y si las cosas se ponen feas en Bangladesh siempre puede buscar en Vietnam o cualquier otro país dónde la vida de un trabajador valga sólo un poco más que las camisas que cose. Es lo que tiene la globalización, que da mucho juego.
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