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viernes, 19 de octubre de 2012

La política. Las formas modernas

Si para algo está sirviendo la crisis de la eurozona es para mostrar muy claramente quién gobierna realmente en las democracias demagógicas del mundo occidental. Nunca hasta ahora los distintos gobiernos de turno, sea cual sea su color, se han mostrado tan títeres, ni tan sumisos ante el poder oculto ejercido por unos pocos: la llamada oligarquía financiera. Lo ocurrido en Italia en noviembre de 2.011 con el Gobierno de Berlusconi se erige por el momento en la mejor prueba palpable de la existencia real de dicho poder, y hasta dónde está dispuesto éste a llegar con tal de garantizar el cumplimiento de sus objetivos. En Grecia, en Portugal, en España, los distintos gobiernos democráticamente elegidos desmontan implacablemente el modelo del estado de bienestar a base de Decretos-ley, que tienen siempre al pueblo como protagonista perjudicado, y a la minoría que ostenta el poder del dinero como gran beneficiario. Y todo ello sucede con el beneplácito del propio pueblo, que atónito y aturdido sólo alcanza a manifestar tibiamente su descontento de forma esporádica; pero que no duda en atender a su cita con las urnas cada vez que se le requiere, con la vana esperanza de creer que solamente por el hecho de votar a aquella formación, en vez de aquella otra, la cosa va a mejorar, y sus problemas van a terminar. Es sólo una ilusión, un espejismo, los propios políticos se han constituido en una casta, cuyo único fin es aferrarse a los beneficios derivados del ejercicio de la función pública. Beneficios que ellos mismos se han otorgado, muchas veces al margen de la ley, deteriorando así la imagen de la política, llevándola a convertir en sinónimo de corrupción.

Nada de lo que está sucediendo en Europa es novedoso, quizás en las formas, aunque realmente ni tan siquiera en ello (la misma filosofía de austeridad fue impuesta por el FMI a los deudores del Tercer Mundo desde los años sesenta hasta los ochenta), por eso no es de extrañar que los antiguos pensadores griegos ya hablasen en los términos que someramente vimos en los artículos anteriores. En el fondo todo deriva de lo mismo: la codicia humana, y el afán por hacerse poseedor del poder y del dinero. Pero si la historia se repite, cabe esperar entonces que de alguna manera su desenlace también esté ya escrito. La única duda que se plantea es saber que pesa más de cara al futuro: el poder institucional de los gobiernos electos, o el poder real de la oligarquía financiera. Arístóteles nos dijo que la Democracia se transforma en Tiranía, tras haber degenerado en Demagogia, y en ese proceso estamos. Por otra parte, la Oligarquía se convierte en Democracia cuando las desigualdades se convierten en insostenibles, ese proceso justo acaba de empezar en Europa.

Hay pruebas evidentes de que las fuerzas de transformación se han puesto en marcha. Los movimientos del 15-M, los indignados, y su afán de recuperar el verdadero sentido de la democracia, acabando con las injusticias derivadas del actual sistema, son un buen ejemplo de ello. Lo que empezó como casi espontaneas peticiones de una democracia real ya , se transforma en movimientos más ambiciosos en sus objetivos (25-S) y dejan entrever  una posible revuelta en un futuro no muy lejano del pueblo contra el poder del dinero. En ese caso, la Democracia volvería , desapareciendo el poder oculto de la oligarquía y la casta de políticos demagogos. Una hoguera purificadora es pues una posibilidad.

No obstante, el camino hacia la Tiranía puede ya haber echado a andar y su avance podría ser muy rápido. Visto desde la altura, y sin tomar partido por unos u otros, lo que sucede en Catalunya desde el pasado 11-S es un buen indicador. Un político demagogo, capaz de haber pactado con el mismo diablo, toma eco del sentimiento popular y transforma de la noche a la mañana su discurso, ilusionando al pueblo que lo aclama. Promesas de un mundo mejor, más libre, más justo. Muchas palabras, pocas explicaciones de cómo se llega a ese mundo. Pocos casos tan perfectos para definir la auténtica demagogia. Subrayar que en ningún momento se pretende aquí afirmar que Catalunya se vaya a convertir en una Tiranía si finalmente el objetivo de la independencia es alcanzado. Es sólo que la forma de actuar, y la rapidez con la que se expande, deja entrever el peligro para nada ficticio de que en cualquier momento aparezca un verdadero demagogo entre los demagogos, que nos embaucará a todos para arrastramos por el camino de la sumisión y la dictadura.

Que no hay nada permanente fue constatado por los sabios helenos, que vivimos tiempos de transformación lo constatamos todos cada día que pasa, que el destino que nos espera sea uno u otro, en cierta manera no depende mucho de nosotros, ya que los pueblos se erigen como unidades supra-individuales, con alma y vida propia, siendo los individuos meras células de ese organismo superior llamado sociedad. Pueden apostar por una alternativa u otra, pero seguramente sólo será eso, una apuesta, nunca una decisión. Personalmente, yo me inclino por el camino que nos arrastra hacia la Tiranía, como opción más probable. Es pura intuición. Intuición y saber que vivimos en un mundo fuertemente individualizado, idiotizado desde los medios, con muchísima información, pero habiendo sido educados para consumirla, no tenemos tiempo, ni ganas, para entenderla, procesarla y asimilarla. Somos, por lo tanto, meros engullidores de información. Bajo ese prisma, se hace más fácil creer que estamos más cerca de que nos embauquen, que seamos algún día capaces de rebelarnos de forma espontánea. El tiempo que todo lo cambia nos lo dirá algún día. 

sábado, 13 de octubre de 2012

La Política. Las formas clásicas (II)

Aristóteles contraponía la Monarquía a la Tiranía, afirmando que la diferencia fundamental entre un Monarca y un Tirano reside en el respeto a la leyes. El Monarca aristotélico gobierna para el pueblo, el Tirano para sí mismo. La Monarquía puede perdurar, siempre que mantenga un mínimo respeto por la leyes , la Tiranía no; por lo general antes de la tercera generación habrá desaparecido, dando paso a un gobierno ejercido por una minoría. La cara honesta de  los gobiernos de pocos se denomina Aristocracia, la cruz o versión negativa, Oligarquía.

La Aristocracia ("gobierno de los mejores") es una forma de gobierno clasista, que excluye de la dirección a los obreros, a los labradores, a los artesanos y a los comerciantes, debido a que éstos no poseen la razón ni la educación para llegar a la verdad. La Aristocracia se convierte en Oligarquía ("gobierno de pocos") cuando desatiende las necesidades del pueblo, y se centra exclusivamente en atender las suyas, gobernando para aumentar su riqueza y poder. El hecho de que sean muy pocos los que viven bien, hace que la tendencia natural de la Oligarquía sea derivar, tras una rebelión de los pobres, en la Democracia, cerrando el círculo que iniciamos en la primera parte de este artículo.

Las seis formas de gobierno aristotélicas: Democracia, Demagogia, Monarquía, Tiranía, Aristocracia y Oligarquía, deben entenderse como modelos idealizados de una realidad, que frecuentemente resulta mucho más compleja. Así, para poder analizar políticamente una sociedad concreta, en un período de tiempo concreto, es normal tener que recurrir a la combinación de dos o más formas aristotélicas, ya que raramente encontraremos unos rasgos tan puros, que permitan una clasificación inequívoca basada en una única forma.

España en el 2.012 se define como una democracia gracias a su Constitución de 1.978, y de facto así es, ya que la responsabilidad del gobierno recae en aquellos que las urnas eligieron. No obstante, el comportamiento del Gobierno actual, y también el de los antecesores, muestra rasgos inequívocos de una degeneración progresiva hacia la demagogia. Algunos ejemplos:

-Prometer y no cumplir: "Si gana Rajoy bajarán los impuestos"
-Cumplir lo no prometido: "El Presidente del Gobierno Mariano Rajoy anunció el paquete de medidas económicas más duro de la democracia española: recorte del sueldo a los funcionarios, de la prestación del paro y subida del IVA del 18 al 21 por ciento y reconoció que las medidas no figuraban en el programa electoral con el que se presentó a los comicios generales del 20 de noviembre"
-Desoír y perseguir a las minorías críticas: "La reforma penal de Rajoy convertirá actos del 15M y la ´primavera valenciana´ en graves delitos"
-Atender a las minorías pobres sólo cuando es rentable políticamente: "Rajoy prorrogará la ayuda de 400 euros para parados 'mejorándola'"

La lista se puede hacer tan larga como se desee, los ejemplos abundan. No obstante, insisto, la demagogia no es exclusiva del gobierno actual, ya que tanto con Zapatero, como con Aznar  y anteriores, la demagogia estuvo siempre presente. Incluso alguien puede llegar a pensar que éste es el menos demagogo de cuantos gobiernos hemos tenido en los últimos treinta años, ya que nadie tuvo la osadía de aplicar tantas medidas impopulares en tan poco tiempo. La visión cambia radicalmente si tenemos en cuenta que en España, como en la mayoría de países del siglo XXI, la Democracia o la Demagogia convive con otra forma degenerada de la política: la Oligarquía de las grandes fortunas, de los bancos, del dinero.

En el próximo artículo hablaremos de qué forma la Oligarquía financiera somete a nuestro Gobierno, y a otros tantos, sin que éstos, demagogos como son, intenten ni tan siquiera elevar una palabra por encima de otra. También, tomando la idea de movimiento de los filósofos helenos, reflexionaremos sobre lo transitorio de la situación actual, ya que más tarde o más temprano el actual sistema se transformará, siendo lamentablemente la forma más probable, y siguiendo el modelo aristotélico, la Tiranía.  

jueves, 11 de octubre de 2012

La Política. Las formas clásicas (I)

Dice el artículo primero de la Constitución que España se constituye en un Estado social y democrático de Derecho, que propugna como valores superiores de su ordenamiento jurídico la libertad, la justicia, la igualdad y el pluralismo político.

Democracia. Demos ("pueblo"), krátos ("poder"). Estado en el que la titularidad del poder reside en el pueblo, en su concepción moderna; gobierno de la multitud, en su concepción griega clásica. Para Aristóteles, la Democracia no es la única manifestación del gobierno de la mayoría, ya que cuando la democracia se corrompe degenera en Demagogia o gobierno de todos sin respeto de las leyes, donde prevalece la demagogia sobre el interés común.

Demagogia. Demos("pueblo"), ago("conducir"). Arte de conducir al pueblo. El demagogo manipula los sentimientos del pueblo, especialmente mediante halagos fáciles y promesas infundadas, para transformar a la población en una masa de fácil dominio, la cual engañada deposita en él su confianza para alcanzar el poder.

Aunque la Democracia según Aristóteles es una de las tres formas en la que se pueden manifestar los buenos gobiernos o respetuosos con las leyes (Monarquía y Aristocracia, son los otros dos), su maestro, Platón,  jamás la consideró como forma ideal, formulando críticas muy duras hacia ella. La realidad es que algunas de esas críticas merecen la pena ser reflexionadas profundamente:


  • la masa popular (hoi polloi) es asimilable por naturaleza a un animal esclavo de sus pasiones y sus intereses pasajeros, sensible a la adulación, sin constancia en sus amores y odios; confiarle el poder es aceptar la tiranía de un ser incapaz de la menor reflexión y rigor;
  • cuando la masa designa sus magistrados, lo hace en función de unas competencias que cree haber observado -cualidades oratorias en particular- e infiere de ello la capacidad política;
  • en cuanto a las pretendidas discusiones en la Asamblea, no son más que disputas que oponen opiniones subjetivas inconsistentes, cuyas contradicciones y lagunas traducen su insuficiencia.


Por todo ello, y aunque se pueda pensar en defender la Democracia frente a la Demagogia, por ejemplo, mediante la educación, ya que cuanto más culta sea la población, más fácil será para ésta evitar caer en las trampas de los políticos que formulan falsas promesas y engaños, adornando, edulcorando la realidad con sus discursos huecos y falaces; lo cierto es que por la propia naturaleza del pueblo todo será en vano, imponiéndose tarde o temprano la Demagogia. Mientras ésta dure, la moral se irá degradando progresivamente, las minorías críticas empezarán a ser despreciadas y perseguidas, incluso con violencia, la corrupción se generalizará, pero se disimulará con un maquillaje adecuado. Mientras tanto, las mayorías, serán respetadas y aduladas, concediéndoles todo tipo de caprichos inmediatos, todo en aras de mantener su favor en las urnas, forma que tiene el demagogo de perpetuarse en el poder.  

Los gobiernos demagogos no gobiernan para la sociedad, sino para ellos mismos, por eso, tarde o temprano los efectos perniciosos de este quehacer provocarán crisis profundas que alterarán al pueblo. La amenaza de perder la confianza de éste, llevará al demagogo más ambicioso a convencer a buena parte de la sociedad  de la necesidad de una salvación, una regeneración imperiosa. Así, esgrimirá cualquier artimaña que le permita alcanzar finalmente el poder total, pacífica o violentamente. Será el último engaño, ya que el Tirano una vez en el poder pondrá fin a la democracia, y no necesitando más al pueblo, podrá manifestarse tal y como dicta su propia naturaleza: cruel y despiadado, ambicioso y ególatra. El peor de los sistemas según Aristóteles. 

El mundo del siglo XXI poco tiene que ver con las sociedades mediterráneas que los maestros Platón y Aristóteles pudieron observar hace cerca de 2.500 años. No obstante, sus pensamientos no son en absoluto obsoletos, poniendo de  manifiesto que la naturaleza humana no ha evolucionado aún lo suficiente como para permitir  encontrar una forma ideal y estable de vivir en sociedad. Platón pensaba que esa forma ideal debía plasmarse en un gobierno minoritario de sabios, cuya sabiduría y sentido de la justicia  garantizarían el respeto absoluto de las leyes. La llamada sofocracia. Ha pasado mucho tiempo desde que Platón escribió esas ideas en "La República". En todos esos años ni un sólo gobierno se ha aproximado a ese concepto de sociedad, por lo que desde un punto empírico no podemos criticarlo. Es como si todos nosotros siguiéramos viviendo como los antiguos griegos en una caverna, y aún no hayamos sido capaces de llegar al mundo de la luz, aunque muchas veces pensemos que ya lo hemos conseguido. Al menos en política, seguimos viendo sólo sombras.

En el próximo artículo continuaremos hablando de las tres formas de Estado restantes según el análisis de Aristóteles: las dos justas ya nombradas, Monarquía y Aristocracia, y la degeneración de ésta, la Oligarquía.