sábado, 6 de octubre de 2012

Galicia, Feijóo y el voto autómata

Leo con sorpresa moderada que el PP revalidará su mayoría absoluta en Galicia con 38 escaños, según el CIS. Creía que el desastroso quehacer del PP en el Gobierno del Estado le podría pasar factura en Galicia, pero parece que no será así. Por suerte algunos lectores de la Voz de Galicia me dan algunas pistas para entender lo que pasa: "ten a seu favor que a maioria do electorado galego que vota ao PP e automata"; "el PP haga lo que haga en Galicia siempre tiene una mina de votos.[...] La gente no es muy valiente en Galicia y tienen miedo a las novedades";"¿castigamos a Feijóo por los desastres de Rajoy y ponemos durante 4 años al impresentable cuatripartito para que hagan de nuevo de las suyas?"
Alberto Núñez Feijóo
La verdad es que como que no vivo en Galicia no estoy autorizado para juzgar la labor del señor Feijóo durante sus tres y año medio al mando de la Xunta, aunque a tenor de los comentarios de los lectores de la Voz no parece que hiciera ningún mérito para merecerse un premio tan grande. Pero los gallegos sabrán lo que les conviene, al fin y al cabo quienes sufrirán los errores y disfrutarán los aciertos del señor Feijóo, si los tuviere, son ellos y sólo ellos. Para mi este tema no es mi cerveza, como dirían los alemanes.

No obstante, esta encuesta ha despertado en mi interior algunas reflexiones pasadas. Son viejas preguntas, atrevidas, pero que seguro que no he sido el único que se las ha formulado alguna vez. Son dudas del tipo ¿por qué todos los votos tienen el mismo valor? Para saber a donde quiero llegar, tomemos como ejemplo de voto cuestionable el del autómata que nombraba un lector. Un votante que desatiende la realidad en la que vive, que prescinde de evaluar los riesgos y las ventajas de las diferentes alternativas, y se limita a votar siempre a los mismos, por la razón que sea (ideología, costumbre, desidia, fijación, etc.), es un lastre para la sociedad. Por razones probabilistas es absolutamente imposible que el mejor gobierno proceda siempre del mismo partido, luego la estrategia del autómata está condenada a fallar de tanto en tanto. Además, esta actitud contamina el sistema democrático, ya que en la medida que un partido se hace dueño de suficientes votos autómatas, comienza a saber que hacerlo lo mejor posible puede dejar de ser un objetivo, pudiendo caer perfectamente en las tentaciones más comunes de los políticos: corrupción, abandono de responsabilidades, inoperancia, enajenación de la realidad, elitismo etc. Por otra parte, la existencia del voto autómata supone un freno para el fomento de las alternativas, llevando al desánimo la creación de propuestas diferentes que sin duda dotarían de mayor salud al sistema, y ayudarían a garantizar su supervivencia.

Realmente soy de la opinión de que el voto autómata no debería existir, no estoy diciendo con ello que se deba volver al sufragio calificado, entre otra razones porque ello tampoco supondría garantía alguna de su erradicación, pero, de alguna manera se debería luchar por eliminarlo. Lógicamente, en una sociedad donde el automatismo se ha instalado, es altamente difícil combatirlo, ya que el gobierno apoltronado no tiene el más mínimo interés en hacerlo; por otra parte vivimos en sociedades donde la información nos invade, pero la mayor parte de esa información resulta cuanto menos sedante, cuanto más es simplemente idiotizante, casi nunca formativa. Sin información fresca y sana, sin debate externo e interno, el autómata no puede cambiar, será siempre autómata.

Si piensan que con estas reflexiones me refiero exclusivamente a Galicia, porque un lector de la Voz piense que el voto del pueblo gallego está automatizado, se equivocan. Creo que en todos los rincones de los países donde existe democracia es así. En algunos sitios en mayor grado, en otros, en menor, pero en todas partes cuecen habas. También creo que luchar contra este status quo debería ser el primer objetivo de aquellos que pretenden cambiar algo. El voto, o el no voto, es la pieza fundamental de este juego, es el que permite tener a unos o a otros en el poder, y debería ser por lo tanto un acto muy importante para cualquier ciudadano. No se debería descuidar, ni frivolizar con él. Debería ser fruto de un trabajo previo de interés personal, y no el resultado mecánico de un resorte que se activa el día que nos dicen que se debe activar. Aunque sólo sea por coherencia nuestra, ¿cómo podemos echarle la culpa de todos los males a los políticos, y acabar votando casi siempre a los mismos? ¿Estamos tontos acaso?

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