domingo, 6 de enero de 2013

Blanchard se equivoca en un coeficiente

Desde el jueves día 3 está disponible en la web del FMI un informe titulado "Growth Forecast Errors and Fiscal Multipliers" ("Errores de pronóstico de crecimiento y multiplicadores fiscales"). Los autores son Olivier Blanchard y Daniel Leigh. El documento ha sido autorizado por el economista jefe del FMI, que desde el 1 de septiembre del 2008 no es otro que el mismo Olivier Blanchard.

Como en el propio resumen del informe se indica, en él se investiga la relación entre los errores de pronóstico de crecimiento y la consolidación fiscal planificada durante la crisis (años 2009 a 2012). Los autores han encontrado que, en las economías avanzadas, la consolidación fiscal planificada más estricta ha sido asociada con un crecimiento menor de lo esperado, de lo cual se interpreta que los multiplicadores fiscales eran sustancialmente más altos que los asumidos en las predicciones.
Olivier Blanchard
Vamos, que el FMI se pasó tres pueblos "recomendando" a griegos, españoles, portugueses, y otros periféricos  que se apretasen tanto el cinturón. Que la tijera, en contra de lo que esperaban, ha traído más recesión de lo previsto.  Pero siendo un poco menos político, y un poquito más técnico, ¿qué es eso del multiplicador fiscal?

El concepto del multiplicador fue utilizado por primera vez por primera vez por el economista británico Richard Ferdinand Kahn en un artículo del 1931, sirviendo de inspiración a Keynes en su "Teoría general de la ocupación, el interés y el dinero" para introducir el concepto de multiplicador de inversión. La idea del multiplicador es bastante sencilla, si se aumenta la inversión, la producción y el empleo crece, si la inversión baja, producción y empleo también caen, pero el crecimiento o descenso en el PIB es mayor que la cantidad invertida o dejada de invertir, debido al efecto multiplicador.

¿Por qué? Veámoslo con un ejemplo inspirado en un chiste que leí no hace mucho, y donde inversión ha sido sustituido por gasto, que también vale para el caso. Supongamos que un rico alemán llega a un solitario pueblo irlandés en un día de perros. El alemán se baja de su lujoso deportivo y entra en el único hotel que permanece abierto desde la crisis. El dueño del hotel piensa que aquel podía ser su día de suerte, así que se esfuerza por ser más amable que de costumbre. El alemán desearía pasar la noche en el hotel, pero antes tiene como costumbre visitar las habitaciones. El irlandés le informa que no hay problema, pero que es norma de la casa dejar 100€ en depósito mientras dure la visita. Ningún problema, dice el alemán entregándole un billete. El dueño del hotel corre hacia el colmado del pueblo para comprar algo de comida, por si el alemán finalmente se queda. Dado que en la caja sólo le quedan 40€, decide gastar sólo hasta esa cantidad, asegurándose así poder devolver la fianza al alemán. El dueño del colmado aprovecha el ingreso de la venta para a su vez correr a casa del banquero y poder pagar la deuda de 40€ que tenía con él, y que vencía justamente ese día. El banquero muy contento por el cobro de la deuda decide que es una ocasión formidable para sorprender a su mujer en el día de su aniversario de bodas, que es precisamente ese mismo día. El regalo será invitarla a pasar el aniversario en el hotel del pueblo.

Justo cuando el banquero y su esposa han pagado los 200€ de la suite y se dirigen a la misma, baja el alemán y desairado dice que no le ha gustado ninguna habitación. El dueño del hotel con una sonrisa de  oreja a oreja le responde:

- Como desee, señor. Aquí tiene sus 100€ y que tenga un buen día. Yo ya lo he tenido gracias a su visita.

El alemán se alejó a toda prisa del solitario pueblo irlandés, llevándose, sin él saberlo, la crisis.

Si el dueño del hotel fuese el Estado, su gasto de 40€ se vio recompensado con un ingreso de 200€. Nada de eso hubiera sido posible si el dinero no hubiera circulado por el pueblo. El efecto multiplicador  del consumo ayudó a que el dueño del hotel no tuviera que echar el cierre, salvando de paso la economía del pueblo, o del Estado si seguimos extrapolando.

Resulta sorprendente que el equipo de economistas del FMI haya cometido un error de cálculo de tal envergadura . Es muy extraño que un hombre con un currículo tan brillante como el del señor Blanchard (profesor de economía en las Universidad de Harvard y en el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), consultor del Sistema de Reserva Federal en Boston desde 1995 y del de Nueva York desde 2004) no haya sido capaz de darse cuenta que las conclusiones que se extraían de sus cálculos tenían un notable tufo a error de bulto. A no ser que fueran tantas las ganas de oler a tufo, que hasta los coeficientes se menospreciaron y la realidad se adaptó al modelo, en vez del modelo a la realidad.

Me encantaría poder discutir de éste tema con el señor Rajoy y el señor de Guindos. Saber su opinión sobre el informe de Blanchard. Saber si eso cambia algo su opinión sobre sus recetas anticrisis.  Lo he solicitado a los Reyes, pero no me lo han traído. Claro, ya se sabe, los Reyes sólo traen regalos a los que se portan bien.

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