viernes, 4 de enero de 2013

Del Plaza a Seúl


Hotel Plaza de Nueva York
La política monetaria restrictiva de Paul Volcker iniciada a finales del 1979, y que duró aproximadamente tres años, ayudó a que los Estados Unidos domasen la inflación, alejando así los fantasmas de la hiperinflación. Pero como en cualquier sistema complejo, y realmente la macroeconomía de un país lo es, un cambio brusco y significativo de una de sus variables es de esperar que tenga efectos sobre el resto. Y no siempre los efectos son los deseados, demostrando que un control total del sistema macroeconómico no es tan obvio como a algunos le parece. Esta ocasión no iba a ser una excepción, la política agresiva de la FED acabó afectando no sólo a la marcha de la economía americana, sino también a la mundial, para desgracia de muchos países.

Pero vayamos paso a paso, la primera consecuencia del elevado valor de los intereses bancarios (Figura 1), orientados desde la FED, fue acelerar la creciente cantidad de dólares en manos de inversores extranjeros hacia los bancos estadounidenses, deseosos de obtener una buena tajada de aquella coyuntura alcista (reciclaje de los petrodólares).
Figura 1
En diciembre de 1980 la tasa de interés preferencial  o "prime rate" alcanzó la cifra de 20,5%
A su vez, semejante flujo de dólares despertó un apetito goloso por la moneda americana en los mercados de divisas, provocando una apreciación del dólar que le llevó a casi duplicar su valor respecto a las principales monedas en el primer lustro de la década de los ochenta. Desde que Nixon se cargó la paridad dólar-oro, la divisa americana tenía absoluta libertad para flotar a merced de los mercados.
Figura 2
Paridad dólar-marco alemán (1978-1998)
Fuente: fxtop.com

Como consecuencia del alto valor del dólar, las empresas americanas comenzaron a tener cada vez más dificultades para competir con los productos importados en el mercado interno, y menos posibilidades de salir al exterior. Por ejemplo, en el sector del automóvil, los coches japoneses o alemanes se vendían como nunca, en detrimento de las marcas de Detroit. En una primera fase, esto ayudó a rebajar la inflación, ya que ante la caída de ventas, los empresarios americanos tuvieron mayor facilidad para conseguir moderaciones salariales, que antes no lograban, a la vez que forzados por la competencia no tuvieron otro remedio que bajar precios. Los trabajadores americanos sufrieron despidos masivos, y comenzaron a conocer las inflexibles reglas de la productividad, eufemismo utilizado para indicar más trabajo por menos dinero.  Los primeros años de la Administración Reagan no fueron buenos para el empleo, la tasa de desempleo que, era del 7,6% cuando llegó a la Casa Blanca, se elevó al 9,7% en 1982, y prácticamente se mantuvo en el siguiente año (9,6%).  Las ideas liberales de Reagan de bajar impuestos para fomentar el consumo familiar poco iban a servir a las empresas americanas mientras el dólar estuviera tan alto, en todo caso sólo servirían para incrementar el déficit público(1).

Un dólar tan alto comenzaba a ser un problema para la economía americana en 1984, año en el que se alcanza la cifra récord de 100 mil millones de déficit en su balanza comercial, es decir, el 2,5% de su PIB. Aunque el Gobierno endureció las leyes proteccionistas, la realidad era que no lograba atajar el problema de la balanza comercial. Las ideas liberales de dejar hacer a los mercados están muy bien, salvo cuando esas ideas se vuelven en contra tuyo. Y eso es lo que estaba pasando, no sólo con el problema de la balanza, sino con el irresoluto problema de la deuda de los países latinoamericanos, que desde que el 22 de agosto de 1982 , fecha en la que México anunció una moratoria de 90 días para el pago de la deuda externa, ponía en riesgo el hundimiento del sistema bancario estadounidense, aún fuertemente expuesto en la América Latina (2).

Es en este contexto donde debemos ubicar el encuentro que tuvo lugar el 22 de septiembre de 1985 entre los responsables económicos de las cinco principales economías mundiales de la época: EE.UU., Japón, Alemania, Gran Bretaña y Francia. La reunión se celebró en el Hotel Plaza de Nueva York, de ahí que lo que en él se decidió pasase a conocerse posteriormente como los Acuerdos del Plaza. Básicamente, el pacto consistía en conseguir entre todos hacer bajar la cotización del dólar lo más rápido posible. Para ello los Bancos Centrales deberían actuar coordinadamente con actuaciones masivas en el mercado de divisas. La FED por su parte aligeraría adicionalmente tensiones dándole una vuelta más de tuerca a la bajada de intereses. Los efectos no se hicieron esperar. Hasta 1988 el dólar no paró de descender en su cotización, especialmente respecto al yen y al marco alemán (ver Figura 2). Milton Friedman y los suyos finalmente habían perdido la batalla monetarista y eso que jugaban en casa.

Pero la tristeza en la casa de los neoliberales duró muy poco, ya que sólo quince días más tarde de la reunión del Plaza, el FMI y el Banco Mundial se reunían en Seúl, Corea. En el transcurso de este encuentro, el Secretario del Tesoro de los EE.UU,, James Baker, propuso “ayudar” a los países deudores del continente americano con 20 mil millones de dólares desde la banca privada estadounidense. A cambio los países receptores de la ayuda debían cumplir con un programa de medidas consistente en:

  • Eliminar las restricciones a la inversión extranjera, en especial la norteamericana
  • Adelgazar el aparato burocrático del Estado
  • Liberalizar el comercio exterior  

Ni que decir tiene que los débiles gobiernos de los países deudores tragaron con el plan, pero ni que decir tiene, también, que ni México, ni Argentina, ni Brasil, etc, consiguieron una mejora significativa en su catastrófica situación nacional. Resulta muy relevante que 27 años más tarde, la única recuperación económica palpable de la zona, sea la de Brasil, un país donde un Presidente suyo tuvo la osadía de pensar que "se acabó el tiempo en que [para salir de] una crisis como ésta la gente dependía del Fondo Monetario Internacional [FMI]" (Lula da Silva)



(1)Es durante el mandato de Reagan cuando la deuda norteamericana comienza su exponencial crecimiento, tal y como hoy conocemos. Iniciativa "Guerra de las Galaxias".
(2)"En los años 60 y 70 muchos países latinoamericanos, especialmente Brasil, Argentina y México, pidieron grandes sumas de dinero a acreedores internacionales con tal de llevar a cabo sus planes de industrialización, especialmente para programas de infraestructura. Estos países tenían economías crecientes en aquel tiempo por lo que los acreedores estaban contentos de seguir entregando préstamos. Entre 1975 y 1982, la deuda latinoamericana con los bancos comerciales aumentó a una tasa anual acumulativa de 20,4%. Esto llevó a que Latinoamérica cuadruplicara su deuda externa de 75 mil millones de dólares en 1975 a más de 315 mil millones de dólares en 1983, o el 50% del producto interno bruto (PIB) de la región. El servicio de deuda (pago de intereses y repagos de la deuda principal) creció aún más rápido, alcanzando 66 mil millones de dólares en 1982, frente a los 12 mil millones de dólares en 1975". Wikipedia.


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